¿Qué vas a hacer en Semana Santa? Es una pregunta que se repite mucho durante la cuaresma y las respuestas abundan; que si ir a la playa, a Las Vegas, a los rápidos, de campamento...y después de ver cuántos se divierten con su opción de vacaciones pienso en que la mía podría parecer incluso un poco vergonzosa y me pone a pensar por qué mi opción es la misma siempre, año tras año es la misma: ir de misiones.

Todos los que hemos ido de misiones nos hemos preguntado por qué volvemos, y es que algo pasa que vuelves una y otra vez. Para ser honesta, en este punto de mi vida, no sabría qué hacer en Semana Santa si no fuera de misiones, pero ¿POR QUÉ? Siempre que invito a alguien y me pregunta qué hacemos lo primero que atino a decir es “pues dormimos en sleeping bag” y empiezo a pensar en todas las cosas que no debería decir si quiero que alguien vaya conmigo y es que he pensado muchas veces que Dios es perfecto, es perfecto en todo, menos en cuestiones de mercadotecnia; pero esta vez quiero contarlo al modo de Dios.
En misiones he roto el récord de días sin bañarme y así aprendí que hay comunidades enteras que no tienen la dicha de bañarse a diario ¡uff! Y no se diga con agua caliente. Ahí aprendí también que hay personas que se pueden dar el “lujo” de tener un calentador de leña para tener 5 minutos de agua un poco menos que helada. En misiones también he comido cosas que no me gustan; por ejemplo, un día comí un pescado aún con escamas para aprender lo que era la verdadera generosidad, pues supe después de unos días que esa persona nos había dado algo que incluso ella nunca había podido comer.
Debo advertir también que casi todos los días de las misiones, mi playera blanca ha quedado sucia de recibir innumerables abrazos de niños que a veces no tienen ni ropa. He tenido que regalar casi todo lo que llevo puesto, porque los niños quieren quedarse con algún recuerdo de aquella persona que le fue a hablar de Cristo. ¡Hablar de Cristo! Ah, sí...también eso hacemos. Aunque yo diría que después de tanto querer hablar de Cristo, uno termina en cada persona, encontrándose con Él.
Nathalia G. Domínguez